Friday, July 31, 2015

Juntos pero no revueltos

Ni para mis abuelos, ni para mis padres era una preocupación saber dónde vivirian  cuando se hicieran grandes. Sabían que la gente mayor tenía un lugar importante en la familia. A nadie se le  ocurriría  pensar en llevarlos a un lugar de reposo, especialmente cuando ya no pudieran  valerse por sí mísmos.

Son valores tan arraigados en nuestra cultura que algunos hijos después de emigrar, no se sienten  completos hasta que no se traen a su mamá,  a vivir con ellos y sus nietos, todos bajo el mísmo techo.

Mis amigas recientemente hablaron del tema, adoran a sus hijos, pero no quieren ser una carga, perder su  independencia, vivir arrimadas, ni que todos decidan por ellas. Lo malo es que tampoco quieren quedarse solas.

Por eso están hablando de  alquilar un edificio, que  cada quien tenga su apartamento, estar juntas, pero no revueltas.

Otras plantean volver a los tiempos de la universidad, buscar una casa, compartir todo,  construir una  familia de gente mayor, en donde todos entiendan las necesidades del otro y   nadie se sienta sólo.

Como tengo pareja en este plan, por ahora, no me incluyo, pero  en  mis años dorados también quiero  seguir compartiendo con gente de mi edad y con  los mismos intereses. Es lo que escogieron  mis suegros, vivir en una comunidad para “mayores”, con todo lo que necesitan sin salir de la cuadra.

Cada Viernes, una de las parejas cocina, ven películas, juegan cartas, van a la playa, comparten sus años dorados sin prisa.

Si eres feliz viviendo con hijos, nietos, nueras y yernos, seguramente así querrás terminar tus dias, pero si como mis amigas, siempre viviste sóla, organíza tus ingresos, para que mientras puedas, sigas decidiendo tú, hasta el último suspiro.

No tengo planes de volver a criar

Cuando mi hija se comprometió con un muchacho que tenía un hijo, me preocupó el hecho de que el amor  la convertiría en madrastra.

Con el tiempo yo también me gané ese título, pues al igual que mi hija me enamoré de un hombre con hijos de una pareja anterior.

Si criar  hijos propios es dificil, imagínense los de otro.

La relación con la pareja anterior se termina, pero la de los hijos jamás y si viven contigo quieras o no tendrás que volver a criar y a educar al padre y a sus hijos para que las cosas en tu casa funcionen más o menos como lo deseas.

A mi, después de criar los mios, y ser abuela de tres, me está tocando dos hijas nuevas, una adolecente y una estudiante de college. Ninguna de las dos vivian con su papá.

A las semanas de instalarnos en nuestra casita nueva, la adolecente tuvo un pleito con su madre,( cosa normal entre ellas) pero en este caso, un cuarto  limpio en un hogar organizado era una tentación dificil de despreciar, así que llegó la primera con maletas y peluches. “ temporalmente”.  Luego la grandesita,  al terminar el semestre  también se mudó con nosotros.

 Están felices las hermanitas en la “casita” de papá, en donde se les quiere, complace y atiende como visita. No pagan por nada y los desastres de cada cuarto se ocultan cuando se cierra la puerta. Todo es tan perfecto, que la mayor está pensando cambiar de universidad para estar más cerca de su hermana.

La verdad es que en mi proyecto de “grande” no estaba criar más hijos, así que por ahora observo. Un dia de estos  me tomo una  vacación, vendré de visita si se puede, hasta que las “ninitas y su papá” terminan de crecer.

La soledad es mala compañera.



Mis amigas, las ultraindependientes siempre defienden la maravilla de vivir solas, de disfrutar de su espacio y decidir lo que quieren, sin consultar a nadie.

Yo amo la soledad cuando soy yo la que la escoge. Cocinar para mi, bailar sola o  viajar sin compañia es algo que no me gusta y  espero no tener que hacer otra vez.

Cuando recien me divorcié me vine a Estados Unidos con un contrato de trabajo excelente. Llegué a Miami, me dieron un apartamento  bello,  todo lo que necesitaba estaba allí: el  trabajo, el auto, la casa, todo pagado por los primeros seis meses.

Me encantaba el silencio, mi espacio, la  soledad, todo bonito, todo en su sitio. Grite y lloré de alegria al abrir la puerta de aquella casita hermosa incluida en mi contrato.

Era como la Barbie, sólo me faltaba el cabello y cuerpo de la muñequita, lo demás estaba, tenía todo para ser felíz.

Pasarón los dias y llegar a mi casa  era una tortura. Venía de otro pais a ocupar una posición ejecutiva y eso no le gustaba a nadie, por eso, por un tiempo no tuve amigos.

Sólo para no regresar a mi casa de muñecas, en donde nadie me esperaba, trabajaba hasta que se iba todo el mundo.

De esa experiencia, que por fortuna duró sólo un año, me quedó claro que si tengo que cocinar  para mi sóla, como queso y pan. Bailar entre mujeres, es decir sóla, me  incomoda; hay quienes  lo hacen, yo no. Tampoco me gusta viajar sóla, lo hice una vez y juré que nunca más, porque hacerlo significa : comer solita,  salir sin compañia, ver sin poder comentar y nada de eso me atrae.

Busque amigos o amigas para que sea usted la que decida cuando quiere o no compañia.

Sí, éramos novios...



El amor no tiene edad el mio llego a los 55 años. Lo conocí en un bar y desde entonces  amanece conmigo, es el que me inspira y me apoya, el que me consuela y me quiere.

Nuestra primera cita, fue eso, un primer encuentro para vernos de dia y sin que el piano o la gente se interpusieran entre nosotros. Es músico y al principio nos veiamos esporádicamente en Red Head, un bar famoso de Chicago, en donde se consigue de todo: romance, alegría, música y muchos borrachos.

Aquel primer encuentro, quería que fuera en territorio conocido. Escogí un restaurant, cine  bowgling que está cerca del Navy Pier.

Como soy  grande, prefiero mantener el misterio, por eso aquel dia no hubo ni besos ni abrazos. La primera cita fue una entrevista de trabajo, en donde le  pregunté de todo a ver si le daba el puesto.

Con el tiempo me ganó y yo me lo gané a él, fue un largo romance.

Pasaron los meses y seguîamos así, según él sin saber lo que éramos, por eso organizó una cita distinta. Me daría un beso, me llevaría a un lugar diferente, donde él conocía al dueño y por supuesto le darian trato especial, tanto a él como a mi.

Disimulé para no cortarle la inspiración, no sólo yo  conocía el lugar, a los mesoneros y al dueño, sino que era lugar de encuentro mio y de mis compañeros después de salir del trabajo.

Al llegar me recibío mi hijo, uno de los meseros,  apareció el encargado, y otros amigos, desde la barra me lanzaron un besito, llegó Vicente Serrano gritando y nos abrazamos.

Mi John, no olvida aquella noche, cuando descubrió que en el “Ibérico” todo lleva ajo, que va mucha gente, que tenía un hijo “grande” y que sí éramos novios.

Para el “ex” que amamos una vez



A Claudia se le murió el ex-marido. Cuando me lo contó estaba triste y apagada: “no puedo trabajar” – me dijo–, lloré toda la noche.

Me quedé en silencio y pensé en mi “ex”, en cómo me sentiría si ya no estuviera, Ay no, que triste sería!.

Recordé al que fuera mi primer amor, los momentos bonitos que viví con el durante 25 años.

Pensé en mis hijos y en el dolor que les causaría la pérdida. Se me salió una lágrima. De pronto quise saber de  él, saludarlo, preguntarle por su salud y su vida, que supiera que a pesar del divorcio, de nuestros errores e inmadureces, nuestra vida juntos había sido bonita.

No sé si les pasa a ustedes,  pero con los años, los “exes”, se vuelven como hermanos, como hijos, uno les desea lo mejor, porque los quiere.

Cada vez que visito mi pais, trato de ver a mi “ex”, conversamos rico con cariño y sin malicia, creo que los “exes” somos inofensivos.

Que distinto a lo que haría Susana, si su ex-marido partiera.

Se separó hace 10 años y todavía tiene rabia; le sigue la vida como si fuera la propia y lo insulta a distancia cada vez que puede.

Se quedó estancada en el dolor, por eso le desea lo peor. No se ha vuelto a enamorar y se le nota: se le ve seca y sin alegría.

Yo creo que  después de una separación  tenemos que olvidar, perdonar, movernos rápido hacia la vida, darnos permiso para  empezar y volver a encontrar motivos para existir.

Una noche extraordinaria.



En una de esas noches heladas de Chicago, camino hacia mi  casa me llamó la atención, ver a una señora linda esperando el autobus.

Como si fuera mi propia abuela, le pregunté si quería que la llevara a su casa, vivía muy cerca, pero le daba miedo resbalar ante la nevada que ya empezaba a caer,  por eso decidió esperar el autobus.

Aquella fue una noche extraordinaria para Rose. Había ido  al bingo y ganó. Tomó transporte público sóla por primera vez, y  como si fuera poco,  ahora regresaba a casa en compañia de un par de desconocidos mi amigo y yo.

Cuando la dejamos  buscaba sonriente las llaves en su bolso, parecía una adolecente después de hacer una travesura. Me lanzó un beso y me hizo señas para que me fuera, se sentía segura.

Cuando caminaba hacia mi carro, escuche un quejido y un golpe seco, voltié y la abuelita yacía en el piso, en silencio, con los ojos abiertos, mirando sin mirar hacia el infinito.

Desesperados buscamos ayuda en aquella calle sin gente, y mientras  mi amigo le daba respiración  boca a boca llamé al 911.

 En minutos llegaron bomberos y  ambulancias y como si fueramos delincuentes nos acribillaron a preguntas.

Que dificil fue explicar quién era ella, quienes eramos nosotros y por qué tratabamos de ayudarla.
Se la llevaron en la ambulancia y nosotros nos quedamos con la sensación de abandono.

En la madrugada, cuando finalmente me quedé dormida, sonó el teléfono, era la nieta de Rose, que buscaba consuelo y me pedía a gritos que le contara lo que le había ocurrido.

Fuí a conocerla.

Entonces supe que la abuelita tenía 84 años, que su nieta le había prometido que la llevaría al bingo, pero no llegó.

Aquella noche extraordinaria Rose quería salir y lo hizo, jugó y ganó, después de tantas emociones juntas, se dió el permiso para descansar.

Un Dios más grande






 Un Dios más grande

“Es que a mi no se me da nada, pido y pido, rezo y rezo y nada” –me comentó una amiga–.

Escuché  un rato su letanía de quejas y la manera como  justificaba cada cosa mala que le estaba ocurriendo. El jefe insoportable, el esposo desconsiderado, la familia, el frío, el sobrepeso: “nada funciona, Dios se olvidó de mí – me dijo – todo lo que me pasa es malo”.

Nos ha pasado alguna vez: hay  un tiempo en que la vida se pone como oscura y lo que queremos no llega. Cuando esto sucede, es bueno detenerse y ver lo que hemos estado pensando. Hacer un alto, quedarnos tranquilos y revisar  en qué estamos ocupando nuestros pensamientos.

Díganme si no les resulta familiar este tipo de comentarios: “Yo lo sabía, eso se veía venir,  es que mi jefe me odia, ella no me quiere, yo lo pensé, incluso se lo comenté a mi hermana”. Si te descuidas, tu mente actúa sin control y cada cosa que piensas va marcando tu día. Después no te sorprendas, cuando a todo eso que le pusiste  fuerza y empeño se manifiesta ,exactamente como lo visualizaste.

Por qué no hacer lo mismo, pero al revés, es decir, piensa en todo eso que quieres, una y otra vez con alegría como si lo estuvieras viviendo. Mira el resultado; celébralo, dentro de ti, eso es tener Fé. Vivir de antemano las cosas que queremos y sabemos que nos corresponden.

Mientras tanto, sigue rezando contenta, agradecida por lo que ya tienes, sin quejarte y sin dolor. Elimina a ese Dios chiquito que tu creaste, que te limita y te produce miedo. Busca uno más grande que  te escucha siempre, cuando celebras lo que ya tienes y das gracias de antemano  por todo lo que vendrá.


A mi que me manejen.







A mi que me manejen

Además de ser conveniente y divertido manejar es símbolo de libertad e independencia,  especialmente para la gente “grande”. Sin embargo, a medida que crecemos hay factores que afectan nuestra capacidad y habilidad para hacerlo.

Ayer iba distraída  hablando con mi nieto y casi me pasé una luz roja, en una avenida inmensa. Todo el mundo me insultó y me vio raro, mientras yo le daba gracias a Dios porque pude reaccionar a tiempo.

Según un estudio de la triple A, las personas que pasan de los 85  producen cuatro veces más  accidentes fatales que los jóvenes, yo tengo 60, pero debo confesar que me distraigo.

En los próximos 20 años, se triplicarán las personas mayores de 70 autorizadas para manejar y como a veces somos tercos, tendrá que ser nuestra familia o las autoridades, las que nos quiten las llaves cuando noten que no estamos actos para hacerlo.

En California si eres "grande" y produces dos o tres choques al año no te dan  licencia.

En Illinois los  mayores de 74 años deben ir en persona a renovar su permiso por cuatro años, luego de los 86 se las dan por dos años, después de los 87 cada año.

Con la edad no sólo se nos cae todo, sino que vemos menos, nos falla el oido, los reflejos no son tan precisos y disminuye el sentido de la proximidad. Si tomamos medicamentos podría afectarse la memoria y la coordinación, pasarnos una luz roja y confundir el freno con el acelerador.

Es muy triste que por la edad nos quiten el control del volante,  pero no queremos morir antes de tiempo y mucho menos llevarnos a otros con nosotros, asi que cuando nos empiecen a fallar todos los sentidos, usemos el sentido común, tomemos transporte público o dejemos que otros nos lleven y nos traigan.

Thursday, July 30, 2015

Vacaciones sin tecnología

No hay cosa que más le moleste a mi nieto que lo lleven de camping o a una excursión.

Es un típico niño de la ciudad. Le gusta el conford y cuando lo sacan de su zona se siente miserable.

Por eso, dormir en una carpa sin televisión, ni electricidad y en donde los insectos, incluyendo las arañas, se aparecen sin avisar, lo ponen en tal estado de tensión que ya tiene pesadillas ante los peligros que se avecinan.

Mi hijo, su papá, lo lleva siempre a estos paseos obligados, a ver si en el proceso se le desarrolla algo muy importante para la vida, responder ante lo imprevisto, inventar cuando no se tiene todo. Ojo, no estoy hablando de que van a la selva, van a una reserva cerca de Chicago, en donde todo, excepto los insectos están controlados.

Que distinto lo que vivieron mis hijos y sobrinos en  la casita que teniamos a  30 metros de la playa. Un rancho con una cocina gigante un baño y dos cuartos con ventanas que daban al mar.

Ibamos sólo de vacaciones y en nuestra ausencia, se llenaba de animales que los niños exterminaban a escobazos, apenas se abría la puerta:  arañas gigantes, una familia de murcielagos  y decenas de lagartijas.

La mayor felicidad era dormir en hamacas o en carpas, sobre la arena rodeado de palmeras, adivinar los sonidos y salir a pescar apenas amaneciera.

Queremos que mi nieto tenga esas experiencias. Que se divierta corriendo, en una playa sin limites, que meta la mano en la arena y saque caracolitos, que  arme una carpa y prenda una fogata, queremos que por unos dias sea felíz sin ningún tipo de tecnología.

 Será posible sacar a mi nieto o a cualquier niño, de ese mundo solitario de risas y juegos sin gente?

CANTANDO LA PESADILLA DE SER INMIGRANTE.


La música es el medio de expresión más antiguo de la humanidad. Cuando no habían palabras, habían sonidos. La música fué primero.

Gracias a la música nuestros antepasados, cantaban su dolor, cuando no existian palabras, o estaban prohibidas. Así nacieron las serenatas,  los blues, los boleros, las rancheras, los lamentos una manera de llorar y reir cantando.

La música es acción y oposición  es la  voz del corazón expresando alegría o dolor.

Mi hijo nació cantante y después de 15 años de estudios y entrenamiento se convirtió en tenor.

El año pasado me sorprendió con un libreto enorme lleno de escalas y notas musicales: “mamá acabo de parir mi historia” –me dijo– . Su biografía se convirtió en canción.

Leí el texto y en sus palabras también encontré mi historia, ví a mis compañeros y vecinos. Las luchas, triunfos, derrotas y conquistas de muchos que como mi hijo y yo, vinimos de paso y nos fuimos quedando. Ahora somos inmigrantes, trabajadores  construyendo sueños, aportando y creando. No “ladrones”, no “traficantes”, nada de eso "señor" Donald.

Mi hijo sin querer se convirtió en inmigrante y de eso habla y canta en su musical.

Como muchos trabajó en restaurantes para cubrir el pago de sus estudios, después de quedarse sin beca, gracias a los ataques en Nueva York, que transformó en enemigos a  todos los extranjeros. Aprendió a  lavar platos, a cocinar y a servir mesas, aprendió de todo. Trabajaba y estudiaba, estudiaba y cantaba y hoy después de 4 años de trabajo, presenta su musical.

“Inmigrante”  se estrenará en Septiembre en el Teatro Aguijón de Chicago, allí estás tú y yo, nosotros, los extranjeros, cocinándonos a fuego lento en un restaurante en donde intentamos despertar de la pesadilla, para disfrutar del “sueño”.

Tenme paciencia por favor...



Admiro a los maestros quienes con su paciencia van llevando al niño a través de las letras hasta que logran formar palabras y leerlas.

Somos pacientes con los niños, no tanto con las personas mayores. Debemos suponer que  la gente “grande” ya lo sabe todo y punto.

Creo que cuando trabajamos o enseñamos a un adulto “grande” además de  paciencia deberiamos recordar la compasión, porque hacia allá vamos todos.

Ayer hablaba con un  abogado muy reconocido, quien debió retirarse hace años, pero ama lo que hace y sus clientes, “grandes” como él, lo siguen contratando a pesar de que ya pasa los 80.

No usa computadora y con una caligrafía impecable, escribe todo lo que se necesita. Lo observaba sonriente y sereno,  y con lo que me quedaba de paciencia, me puse en sus zapatos.

Recordé lo que sufrí cuando llegué  a este pais tratando de aprender la nueva tecnología. La  gente no perdia tiempo hablando y las  órdenes se daban vía email. Entre mi mal inglés y mi poca destreza con las computadoras muchos pensaban que era tonta, así que por obligación o por compasión me ayudaron, me costó mucho pero aprendí, lo sigo haciendo.

Observando al abogado admiré su buena voluntad para servir, claro necesité  tomarme despacito el té que me ofreció para tranquilizarme y no llorar cuando por tercera vez me hizo la misma pregunta. Después de dos horas salí de su oficina sin el documento pero en paz. Fue un tiempo para reflexionar y recordar  que tener paciencia  es una virtud y la compasión que la acompaña nos hace mejores.

Amigos a veces es bueno bajar el ritmo, respirar profundo para sentir la vida, y cuando tratemos con gente “grande” recordemos que ir despacio es de sabios no de tontos.


Juntos después de todo.


Mi papá era un hombre justo, cuando le compraba un regalo a su novia, le daba uno igualito a mi mamá. Fue así como  descubrió que su esposo, no sólo tenía una doble vida con hijos y casa, sino que  ambas disfrutaban de los mismos obsequios.

Por años mi papá mantuvo el secreto de la amante, hasta aquel dia cuando revisando las facturas de pagos, mi mamá encontró la del tocadisco Philips, que mi papá recien le había regalado. Primero sonrió agradecida, luego con dolor  notó que ni el nombre, ni la dirección del destinatario correspondian a su casa o a su familia.

Era un Sábado, cuando mi mamá me dijo que la acompañara; tomamos un taxi y factura en mano le mostró  al conductor a dónde quería que la llevara.

La puerta la abrió una niña y sin invitación mi mamá se metió hasta la sala en donde una mujer y su hijos escuchaban música en otro tocadisco Philips.

Aunque las mujeres no se habían visto nunca, se reconocieron. Mi mamá estaba furiosa, pero no hizo nada, llorosa lanzó la factura y le dijo: “quédate con él”.

Aunque con los años mi mamá lo perdonó, nunca más vivieron juntos, ni durmieron en la misma cama, eran parientes que se respetaban porque tenían una familia y una historia en común.

Hijos y nietos los visitaban en sus respectivas casas, hasta que ninguno de los dos pudo valerse por sí mismo, entonces mi hermana ofreció una solución: “Me los llevo a mi casa, los cuidaremos entre todos.

Así fue como mi papá y mi mamá terminaron juntos en la misma casa y en el mismo cuarto, pero como hermanos durmiendo en camas separadas. Los vimos cuidarse y mimarse, llenos de amor hasta que partieron.

La ropa habla por tí.

No pretendo criticar ni dar consejos de moda o de belleza, creo que cada quien debe vestir y lucir como le parezca, pero si usted es profesional y quiere convencer o vender algo, no se olvide que su ropa e imágen reflejarán lo que es, lo que hace y lo que quiere ofrecer a la vida  y a sus clientes.

La ropa hace siglos dejo de ser una herramienta para protegernos del frio del sol  o cubrir las partes que por culpa de Eva, nos da pena enseñar. La ropa dice lo que somos y lo que aspiramos en la vida, por eso al escogerla y vestirnos deberíamos preguntarnos para qué, por qué y para dónde voy con este atuendo, como quiero que me perciban y que quiero proyectar o vender.

Desde que salimos de casa nos ven y nuestro bello cuerpo,  grande o pequeño, gordo o flaco, debe contar con la mejor envoltura.

En estos dias asistí a una reunión de mujeres exitosas y profesionales. Habían escritoras, empresarias, universitarias, profesoras, damas interesantísimas.

Sinembargo la ropa de muchas  mostraba todo menos éxito y sí gran desconocimiento de lo que es apropiado para cada momento.

Me llamó la atención una linda jóven empresaria, cuya recargada imágen me impidió entender lo qué habló cuando se montó en el podium.

Me perdí tratando de descifrarla en aquel  confuso maquillaje de pestañas-estrellitas boca roja drácula- y un vestido de apretada licra, que jalaba y jalaba, para evitar que no se le vieran las pantys, debajo de sus medias con huecos decorativos.

Cuando conocí a la inteligente muchacha, me dió pena ver  que este regalo de persona tuviera tan fea envoltura.

En esta época cuando la prisa nos trae a empujones no hay tiempo que perder y si quieres proyectarte como profesional vístete como una.

Le hice caso a mi doctor, me fuí.



El Sábado pensé que  sería un día fácil. Tenía cosas pendientes, pero sencillas.

Jugar tennis, sacar fotocopias, ir a  la tintoreria, comprar unos regalitos y organizar los detalles de mis vacaciones que empezarian en dos dias, nada especial.

Sin embargo, todo aquello que parecía “divertido”, previo a mis dias libres, me tenían super estresada y lo peor es que no me dí cuenta hasta que mi cerebro me envió serias señales: me dejó la cabeza en blanco y sin poder pegar una idea con la otra.

 Al parecer, hacer maletas, comprar regalitos, dejar todos los programas listos, enviar libros, contestar emales, y ser jurado en una elección de reina en Chicago. Todo divertido, pero mucho. Estaba anciosa y mi cabeza  me traicionó.

Noté que no estaba actuando normal porque veía estrellitas, estaba mareada y no coordinaba las ideas. En consecuencia, olvidé el nombre del lugar dónde daría una conferencia, no recordaba donde tenía que llevar unos afiches. Hablaba y no lograba construir una frase completa. Trataba de explicarme utilizando palabras como: “ese lugar, tú sabes, donde fuimos a la fiesta de?. Nada, no recordaba nada no podía hilar ideas. Al principio mi pareja pretendió no darse cuenta, luego cuando vió que no estaba coordinando, me llevó a casa.

Eran  las 12 del mediodia y sólo tenia café en mi estómago. Mi hermano que es médico me dijo que mi reacción era producto de agotamiento físico. Había utilizado todas mis energías ejercitándome y resolviendo los pendientes, eso activó las alarmas con las que mi cuerpo se defiende cuando está preocupado, el cansancio y el estrés  afectaron mi memoria.

Entonces después de regañarme, escribió su receta en un papel: –Nunca salir de casa sin desayunar y descanso urgente–. Le hice caso, desaparecí.