Saturday, October 18, 2014

Pónganme a dormir por favor....


Amo la vida, pero cuando esté lista para partir, porque la salud no me acompañe, me encantaría que respetaran mi decisión.
La verdad es que como seres humanos dueños de nuestras acciones deberiamos tener la posibilidad de decidir cuando estamos listos para irnos.

La idea la comparten miles de babyboomers, gente “grande” como yo, quienes forman parte de un grupo en desarrollo conocido como Compassion & Choices: (decisión y compasión)  organización que aspira  se apruebe una ley que permita a los doctores ayudar a “bien morir” a pacientes mentalmente capaces, pero sin esperanzas de recuperación física.

Recientemente   Diane Rehm, una reconocida locutora de radio  en Washington,  dijo que la ciencia y los médicos traicionaron a su esposo, con quien llevaba 54 años de casada. John, padecía de Parkinson y su condición era cada dia peor, -dijo la veterana durante una entrevista en NBC-“estoy listo, no me puedo mover, quiero descansar”. Según su esposa, pidió ayuda y cuando no la recibió,  porque la eutanasia es un crimen en 46 estados de la Union, decidió no aceptar ni agua ni alimento y murió deshidratado.

He tenido una sola mascota en mi vida, cuando nos dijeron que había que cortarle las dos piernas para vivir, todos estuvimos de acuerdo en que lo mejor era dormirlo. Entonces por qué quienes nos quieren no pueden hacer lo mismo por nosotros.

Yo creo que cuando una persona pierde la posibilidad de ser y hacer lo que era, deberia tener la opción de pedir ayuda y quedarse dormido.

Montana, Oregon, Vermon y Washington, tienen leyes en donde no es un crimen poner a dormir a un paciente que lo pida... otros 16 estados están en proceso para lograr lo mismo.

Le pido a Dios que me deje sana mucho tiempo, pero si paso los 80 y ya no puedo ser lo que era, que alguien que me quiera me dé un abrazo, y le diga a mi doctor, que me dé la última pastillita, la del sueño eterno.


Hay cosas que te regañan



Mi amiga Anita es gitana, como  es doctora en varias cosas, siempre la invitan a dar clases en lugares remotos, es nómada y no le teme a nada, agarra sus maletas y nos deja.

Esta vez fué distinto no necesitaría  ropa. No porque  se fuera a un  campo nudista, como lo hice yo hace tres años, a ella la contrataron como profesora  en Arabia Saudita, en donde las mujeres usan una “Abaya”, un trapo negro que las cubre todas.

“Me compré dos de esas batas será suficiente”, me comentó sonriendo.

Anita dá clases de liderazgo a las jóvenes ricas que van  a  la Universidad en el årea, pero es ella la que aprende todos los dias.

Antes de irse sabía que  las mujeres de allá, no manejan, tampoco salen solas, que hombres y mujeres no comparten en  público  y que beber es un crîmen: “ Me siento como una monja, pero me gusta, lo escogí, quiero evitar distracciones para  escribir mi libro”, me confesó.

Por eso firmó un contrato en donde acepta respetar las leyes de las mujeres  Islámicas. “Sinembargo hay cosas que regañan -me dijo-  los hombres te miran feo, cuando por equivocación entras a una zona designada para ellos.

Le pasó en  Starbuck, en donde la mandaron a salir, “que se fuera le dijeron”  a donde están las mujeres. Por fortuna es sólo un año, es un aprendizaje, luego volverá a la civilización.

Ana aprende todos los dias. Sabe que los hombres van primero, que la vida se paraliza a la hora del rezo y que el agua del chorro es salada. Lo que todavía es un misterio y quien sabe si algún dia lo sepa es para qué servirán sus clases de liderazgo en un mundo de machos donde la mujer es un cero a la izquierda.