Friday, March 16, 2018

Guardar, como pa" cuándo? Tiempo de botar...


Aligera la carga, bota lo que no uses.

Hace algún tiempo como parte de mi libro “Cuando sea Grande”, escribí acerca de la herencia y la importancia de dejar las cosas claras, antes de que nos tocara partír. 

Cuando murió mi segundo marido, (de esto no hablo nunca, porque sólo viví con él un año) me quedé confundida, adolorida y con una herencia de recuerdos que no me pertenecían. Entre sus familiares repartí sus cosas, doné la ropa y las finísimas corbatas, fueron bien recibidas entre mis amigos. Eso fue fácil, lo complicado fueron los trofeos, los diplomas, las cajas llenas de fotos con una  historia que ni sus hijos querían preservar.

Por meses no sabía qué hacer, me entristecía cada vez que miraba sus pertenencias, sin futuro, ni dueño. Poco a poco les hice frente, muchas de esas cosas eran pasado, en donde yo no había estado. Me llene de valor, lloré otra vez, por lo compartido y lo boté.

Cuando me mudé de país, atrás dejé decenas de cajas llenas de fotos, recuerdos, premios, títulos, diplomas. Allá quedó una mesa “escultura de hierro” que como una cruz, acompañó a mi hija durante su tránsito de soltera a casada y que al momento de mudarse, llena de culpa  entregó a otro miembro de la familia. 

Hace unos días salió el tema y me recordó que la mitad del depósito de su casa estaba llena de cosas mías. Me puse a pensar y la verdad es que no recuerdo lo que dejé, no me importa ni lo necesito. Le dije que lo botara a lo que me contestó:  “mamá, estoy aquí, no puedo hacer nada, alguien se encargará”. 
Ese es el problema, digo yo, por qué dejar que otro se ocupe de algo que es tan de personal.

Hay cosas que representan mucho para uno, pero que seguramente nadie las querrá cuando ya no estemos. La antigüedades, las porcelanas, los libros, los cuadros, a menos que tengan un valor real, las cartas, los dibujitos de hijos y nietos, las fotos con los novios del pasado. Nadie quiere guardar eso, así que de una vez salga de todo eso que ya pasó.

No le dejen ese muerto a otro. Empiecen a revisar las cajas, hagan una purga, boten lo que no usen, y si tienen algo de valor que no estén usando, regálenlo de una vez, pero  pregúntenle primero al destinatario, si lo quiere. 


Amigos grandes, no hay que guardar tanto, como pa’cuando, vivir ligero y liviano hace la vida más fácil y además  ocupamos menos espacio.