Mi amiga se cayó. Bajaba las escaleras, resbaló y fué a tener seis escalones más abajo, no se pudo agarrar, a pesar de que es fuerte y delgada.
Ella vive sola, lejísimo, por allá por Arabia Saudita. Me contó que nunca se había sentido tan abandonada.
Arrastrándose como pudo llegó al teléfono, quien como ella yacía desarmado a tres metros de distancia.
Llamó a cuatro personas de allá y no recibió respuesta. Allí estuvo tirada en el suelo por horas. Con su familia, ni con nosotros se comunicó porque cuando allá están despiertos, aquí dormimos.
Gritó y nadie la oía, se acomodó con lo que encontró y rezando esperó que amaneciera. Temía dormirse, porque dicen que cuando uno se cae es mejor estar despierto. Ella se durmió y al despertó le dolía todo, se alegró,-me dijo- porque si le dolía es porque estaba viva.
Como las mujeres de Arabia no manejan y no salen solas, a ella la recogen en casa para llevarla a la Universidad donde da clases, así que fue en la mañana cuando la auxiliaron.
De la experiencia de mi amiga aprendí que a medida que crecemos no deberíamos estar tan solas, si no hay pareja, busque vecinos o tenga amigos, mientras más cerca mejor.
Las escaleras son peligrosas y los zapatos altos también, si los tiene que usar para no verse chaparra, úselos para ocasiones especiales.
Vivimos en Chicago, expuestas a la nieve, a la lluvia y al frío, si tiene que caminar busque los zapatos más seguros y deje las carreras, una caída es mala a cualquier edad pero después de los "ti cinco" puede ser grave.
Mi amiga está bien, menos el del alma, se le quitaron todos los dolores, me dijo: !Ay amiga! la soledad es mala compañera, cuando somos grandes, es mejor tener compañía.