Saturday, September 27, 2014


IMAGINEMOS


Hace poco  comentaba a mis lectores acerca de la importancia de crear, de inventar. Cosas nuevas surgen cuando buscamos el espacio y en silencio  imaginamos, lo creamos  primero en la cabeza y luego si lo permitimos, toma forma.

Imaginando surgieron muchos de los proyectos en mi vida,  mi primer trabajo, la mudanza para los Estados Unidos y tantos otros. Imaginando surgió la idea de crear una campaña en contra de la violencia doméstica: “El Rostro oculto del maltrato” en donde más de 150 mujeres vestidas de negro, perlas, guantes y lentes crearian un anuncio público para gritar: “Ni una víctima más”.

Imaginé lo impactante que se vería ese ejercito de mujeres repitiendo, “Si maltratas a una nos maltratas a todas”. Imagine el poder de la imágen y la fuerza de sus voces.

El 8 de Septiembre en el Instituto Cervantes mi imaginación tomó forma; decenas de mujeres gemelas de Audrey Hepburn crearon una pieza de arte visual que  pronto veremos en los medios latinos y en las redes sociales.

Imaginar es lo que ocurre primero antes de crear o inventar cualquier cosa, mala o buena.

A veces no sabemos cómo ocurrirá, eso no importa, lo que hay que hacer es soltar la imaginación.

Si la gente supiera la fuerza de la mente al  imaginar, dedicaría más tiempo a esos momentos en donde sencillamente soñamos; muchos lo hacen pero imaginan cosas negativas y entonces cuando esos pensamientos se materializan, se sorprenden por las cosas malas que pasan en sus vidas,  cómo puede ser distinto si de la imaginación surge todo lo que nos pasa?.

“Imaginar es más importante que el conocimiento”, decía Albert Eintein, es de la imaginación de donde surgen las cosas originales, no inventadas, tuyas, para bien o para mal.II

No eres invisible... te mudaste de pais.

Hace un par de años escuche acerca de “Las Invisibles”, una obra en donde un grupo de  actrices venezolanas  planteaba el hecho de que a medida que se hacian “grandes”, comenzaban  a desaparecer, a pasar inadvertidas, eran invisibles.

No ví la pieza pero sé lo que se siente cuando la gente te ignora, a mi me pasó por primera vez, hace casi 20 años,  cuando llegué a Estados Unidos, caminaba por las calles y era como que si no existia, no me veían, después me acostumbré.

Un viaje reciente a la República Dominicana me demostró que el “desaparecer” a los ojos de los hombres, o de la gente, no tiene nada que ver ni con la edad, ni con el aspecto físico, sino con la cultura.

En Venezuela, en Santo Domingo y creo que en cualquier pais de Latinoamérica hombres y mujeres miran, son curiosos, les interesas, te saludan y te hablan como si fueran amigos de toda la vida.

Eso ya no ocurre en mi pais, no porque a la gente no le interese la gente, sino por razones de seguridad, nadie sale, ni camina por las calles; van del auto a la casa, de la casa al trabajo, bien pendientes de que no los miren porque quien lo hace es posible que esté buscando su presa. Perdimos el sabor de convertir a los extraños en amigos.

Por eso la semana pasada en Santo Domingo, me sentí en mi casa, las miradas directas y sin pudor de los dominicanos, me  recordaron que estaba viva, que no había desaparecido.

Es algo cultural repito, en nuestros paises te miran con calma, largo y tendido, no pasas desapercibida, aqui a menos que salgas desnuda  no te miran y si lo hacen es para llamar a la policia... eres invisible.

La torta de Adelita ( Un cake que llena el alma)

Un “cake” que llena el alma.

Dónde se guardan los sabores, en la boca, en el cerebro o en el corazón, no sé, pero hay uno que quisiera reproducir; el de la torta (cake) que hace mi suegra. El sabor empezaba  en la naríz, luego se iba al corazón y finalmente al probarlo te endulzaba todo.

Los sabores te transportan y eso es lo que hoy quiero hacer, mientras intento hacerle una torta a mi nieto.

La receta me la sé de memoria, Adelita (mi suegra) nos las regaló. En su cocina, que se llenaba de olores y cuentos, hijas nueras, y nietas disfrutábamos de ese espacio que alimentaba cuerpo y corazón, a mi hija le queda igualita, la mia no se levanta.

Buscando consejo, llamo a mi suegra y como siempre, dulce y suave me responde: “Leda la repostería es una ciencia exacta, hay que medir todo, requiere de tiempo y paciencia y eso es algo que tú no solias tener”, ante el comentario salgo en mi defensa: -he cambiado, Adelita, ya no ando a las carreras, soy más paciente y estoy aprendiendo a cocinar despacio y con medidas-.

Ordenadito pongo todo frente a mi, mientras le explicó a mi nieto, la historia del "cake" de la abuelita Adela, no me escucha, sigue matando monstruos en su computador. -Sebastian, te estoy hablando- “Ay abuela eso es muy complicado,-me dice- mi mamá hace un cake que  viene en una caja lo mezcla y listo”.

Cómo explicar un sabor, que no se ha saboreado. Cómo hacer que vea la diferencia entre una receta con alma  y una sin vida que te llena pero no te alimenta.

-Me mira con cara de fastidio-, “abuela sabe igual”.

No, no es lo mismo mi amor, cocinar que mezclar latas y cajas y lanzarlas al microhondas.
Espero que mi nieto algún dia descubra la diferencia y la pueda saborear.

Vieja si, antipática no.



Cuando era niña me llamaba la atención que muchos de los hombres “mayores” de mi familia,  eran bravos, los llamabamos tios aunque no eran hermanos ni de mi papa ni de mi mama... aquellos “tios” malencarados, nos regañaban por todo y aunque no eramos santos sentía que tanta braveza era exagerada... Como es lógico por razones de seguridad, manteniamos la distancia de aquellos señores cascarrabias.

Las mujeres “mayores” eran distintas, sabian nuestro nombre, les gustaba que comieramos y siempre tenían una palabra cariñosa para el muchachero ruidoso que inundaba las fiestas de familia.

Ahora que soy “grande”, entiendo lo que le pasaba a los parientes viejos,estaban deprimidos debido a los cambios hormonales; en consecuencia, estaban irritables y rabiosos, no podian entender por qué perdieron el entusiasmo y el control de su cuerpo, de las ganas de vivir  y de sus intereses.

Las tias, también pasaban por los mismos cambios, pero sabian drenar, hablaban, reian y lloraban como siempre, pero no eran  tan bravas.

Los dolores y malestares, perder  la memoria, tener incontingencia, no trabajar, sentirse inútil, son algunos  detallitos que vienen con los años  y  razones suficientes  para molestar a cualquiera, lo que no comparto, es el afán que tienen algunos, en repartir su molestia por donde pasan. 

Si esto le está ocurriendo a usted, háblelo con su médico a ver que le dice, haga algo, porque ser viejo y antipåtico es una buena combinación para que lo dejen solito con su rabia.

 Los cambios externos no los podemos evitar, los de adentro sí. Ahora es el momento de pensar distinto, ser útil, buscar nuevos amigos, servir y ayudar. Darle sentido a la vida. Hoy es su tiempo de jugar  y volver a ser niño.

Le pido que revise la historia de los viejos en su familia y escoja a quién de ellos se quiere parecer usted.