Un “cake” que llena el alma.
Dónde se guardan los sabores, en la boca, en el cerebro o en el corazón, no sé, pero hay uno que quisiera reproducir; el de la torta (cake) que hace mi suegra. El sabor empezaba en la naríz, luego se iba al corazón y finalmente al probarlo te endulzaba todo.
Los sabores te transportan y eso es lo que hoy quiero hacer, mientras intento hacerle una torta a mi nieto.
La receta me la sé de memoria, Adelita (mi suegra) nos las regaló. En su cocina, que se llenaba de olores y cuentos, hijas nueras, y nietas disfrutábamos de ese espacio que alimentaba cuerpo y corazón, a mi hija le queda igualita, la mia no se levanta.
Buscando consejo, llamo a mi suegra y como siempre, dulce y suave me responde: “Leda la repostería es una ciencia exacta, hay que medir todo, requiere de tiempo y paciencia y eso es algo que tú no solias tener”, ante el comentario salgo en mi defensa: -he cambiado, Adelita, ya no ando a las carreras, soy más paciente y estoy aprendiendo a cocinar despacio y con medidas-.
Ordenadito pongo todo frente a mi, mientras le explicó a mi nieto, la historia del "cake" de la abuelita Adela, no me escucha, sigue matando monstruos en su computador. -Sebastian, te estoy hablando- “Ay abuela eso es muy complicado,-me dice- mi mamá hace un cake que viene en una caja lo mezcla y listo”.
Cómo explicar un sabor, que no se ha saboreado. Cómo hacer que vea la diferencia entre una receta con alma y una sin vida que te llena pero no te alimenta.
-Me mira con cara de fastidio-, “abuela sabe igual”.
No, no es lo mismo mi amor, cocinar que mezclar latas y cajas y lanzarlas al microhondas.
Espero que mi nieto algún dia descubra la diferencia y la pueda saborear.
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