Friday, September 30, 2016

Terapia de barra


Juan el cliente de la camiseta de rayitas llega cuando le provoca, para eso le sobra el tiempo. A veces en la tarde como a las 2, otras a las 10 o a medianoche. Le gusta hablar y cantar pero lo que mejor hace es declamar. Llega sonriente y rojito, se le nota el esfuerzo porque desde que amanece no para. Sale a la calle a verse con amigos, a tomar tragos, a hablar, a ver el mar. “Me falta tiempo para no hacer nada”, me dijo el otro día. Le encanta ser vago y estar sólo.

Son las 6 de la tarde y pide un vodka, mi hermano que conoce a sus clientes se lo prepara como le gusta; mucho hielo y un toque de agua tónica Toma el primer sorbo y me sonríe. Yo ya estaba en la barra antes de que llegara y una vez más queda inconclusa la conversación con mi hermano, en realidad nuestras conversaciones nunca terminan, como tenemos mucho que decirnos, no importa si nos interrumpen, después continuamos, así se nos pasan las horas, en espera de clientes.

“Estoy deprimido”, empieza, mirando la copa fijamente. Me hago la distraída, pensando que la historia será larga y requerirá de la paciencia de mi hermano, así que miro hacia afuera tratando de abrir espacio para la historia que está a punto de comenzar. De pronto suelta: “Es muy duro para un hombre”. Suena el teléfono y mi hermano se distrae. Juan sigue hablando y yo que soy la única en la barra, volteo a ver si el relato es para mi, quisiera pensar que esperará hasta que mi hermano se desocupe y le preste atención, pero sigue, me está hablando a mi. “Con ella no me había pasado y siento vergüenza”. A este punto sé que es mi turno, tendré que escuchar, porque aquel hombre aunque sonríe está a punto de llorar. Lo miro fijamente y le pregunto, quieres hablar, quieres contarme algo?. Por supuesto yo se la respuesta, todos los clientes que llegan solos quieren hablar.

De nuevo baja la mirada y me dice: “sino te importa escucharme, la verdad es que sí, espero no te molestes si te cuento algo muy privado?. Sin imaginar lo que viene, le contesto, claro que no me molesta, tranquilo, aquí estoy, dime. “Ayer no me funciono”  -mirando hacia abajo e indicándome algo entre sus piernas-. En ese momento reacciono y me pregunto, y a este hombre qué le pasa, me está insinuando algo, corto la conversación y me voy o sigo atenta a una conversación que no me interesa. Bueno, cual  la sicóloga y como que si me hablara de un paseo, continúo escuchando.

Mi hermano que se ha alejado de la barra, ni se entera de lo que está pasando. Tomo un poco de la soda que tengo frente a mi y le miro fijamente, quiero mostrar firmeza, que estoy interesada y que puedo cargar con el peso de su confesión. “ Anoche -sigue- bueno esta madrugada, cuando estábamos en mi casa, después de cenar y tomar tragos, lo intentamos  y cuando me tocaba entrar en acción, éste, se murió. -sonríe como para bajar la tensión y disimular la vergüenza mientras pienso, bueno y de donde tanta confianza, por qué además de que no le funcionó con la chica, tiene que hacer público su problema. Sigo estoica, tiesa tratando de que no  se note lo que estoy pensando. “Disculpa, tengo que sacarlo porque me duele el pecho y si no hablo me muero”.

A ese punto viendo su situación, le digo quieres que llamemos a una ambulancia? porque si te duele el pecho puede ser algo serio. “No, sólo escúchame”. -sigue- “mira, la chica me gusta, la verdad es que me gusta mucho, no es para boda, ni nada, pero me gusta, ya estuvimos una vez y todo perfecto, de repente anoche se me apagó. La chica que es muy joven, no entendió y se fue.  Se sentía responsable de aquella situación.  Nada que ver, ella es perfecta, pero yo en medio de mi confusión, no le dije nada, la deje ir sin explicaciones. Ahora no sé qué hacer,  la llamo o me desaparezco?, creo que mejor es dejarlo así porque éste no va a funcionar”- concluyó cabizbajo-.

Para entonces mi hermano que ya ha terminado la conversación telefónica, se incorpora divertido, hermano donde quedamos, qué pasó anoche?. Le pelo los ojos para que baje el tono festivo, mientras Juan continua: “ tengo un problema amigo - retoma- este se murió”.

Mi hermano que es experto en resolver cualquier problema de barra, lo entiende de inmediato y le lanza su receta: “Haz probado Viagra o Cialis?… “Es que no puedo - contesta con la sonrisa triste que no le ha abandonado desde que empezó a compartir su drama- el doctor dice que es malo para mi corazón”.  “Bueno, continua mi hermano, yo te voy  a decir algo, hay unas pastillitas naturales que funcionan ( busca el nombre en el teléfono y como médico que da una receta le apunta el nombre) te pueden ayudar en este lapso de impotencia, tu las tienes allí al lado de la cama, y sólo saber que tienes algún auxilio en caso de que haga falta, te ayuda a eliminar el problema… A veces es sicológico, especialmente cuando te gusta la dama”. Mi hermano no explica si él las ha usado pero habla con tanta propiedad que pareciera que su experiencia en este asunto es la mejor prueba, y esto de las pastillitas orgánicas parecieran una salida. Yo sigo escuchando y como ya soy parte de la conversación, refuerzo la receta diciéndole algo que sé, por experiencia, Mira Juan, hay hombres perfectamente normales que pueden pasar períodos de impotencia cuando enfrentan una presión extra, en este caso, el hecho de que la muchacha es mucho más joven que tú puede ser un gran compromiso. Lo bueno Juan, continuo- es que la primera vez funcionó perfecto. Tranquilo llámala, dile que te gusta mucho y compra las pastillitas las pones en la mesita de noche y si vez que tu “compañero” no despierta, te la tomas.

Es increíble los cuentos que se escuchan en una barra… Yo no lo había experimentado porque jamás había pasado tanto tiempo en un bar, cuando he ido voy acompañada y hablo con el que está conmigo. En esta experiencia con mi hermano me toca escuchar historias bobas , trivialidades pero también cuentos profundos, intimidades dignas de ser tratadas en el consultorio de un siquiatra. Gracias a la presencia de un bartender, que hace las veces de amigo o de terapeuta, se pueden resolver problemas complejos.

Después de tres vodkas y una cerveza para quitarse el calor, Juan  está listo para enfrentar la vida; se va contento y confiado, no sabe si llamará a la chica. “Es muy joven
-comenta- y un poco enrollada, creo que le falta una tuerca, no puede ser normal que una mujer tan joven y casada  quiera estar con un hombre viejo y gordo como yo, a quien además  no le funciona el pito”- confiesa- . “Sabes  no la voy a llamar, es muy posesiva, me llama  varias veces al día y apenas llevamos  saliendo un mes.  No muchacho, yo mejor me escapo de esa loca, con razón “éste” no me funciona tiene miedo, está  asustado”.

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