No me gusta escribir acerca de religión, porque no soy religiosa, creo
en Dios y en el poder de la conciencia y la fé, allí encuentro las
respuestas en las situaciones más complicadas; sinembargo, hay un tema
que quiero compartir y es el que se refiere a las limosnas, ofrendas o
diezmos (10% de lo que produces)
En algunas iglesias la hora de las ofrendas pareciera el momento de
la penitencia, semanal. Después del pedido de dar, viene el regaño, la
gente se siente culpable y sin ánimos busca y rebusca, en las
profundidades de los bolsillos, algunas monedas para el boleto que le
permite entrar en el reino de los buenos.
Mi mamá era una santa, la persona más generosa que he conocido, todo
lo que tenía lo regalaba, pero dar dinero para los curas y la iglesia
no le gustaba. Crecí pensando igual, hasta que ahora de “grande”,
entiendo el significado que tiene el diezmo o dar a aquello que inspira
y motiva nuestras vidas.
El diezmo para mí es algo mágico, mientras más doy, más recibo, y lo
mejor es que no siempre es dinero lo que doy o me dan, a veces es
tiempo, trabajo, una palabra o una ayuda de cualquier tipo.
El
diezmo es un asunto de conciencia, de confianza y de fé, donde pones
tus riquezas y tu fuerza está lo que te hace grande y felíz es otra
manera de decir: “donde están tus tesoros está tu corazón”.
Primero destina tiempo, cariño y recursos para tí, luego comparte tus bienes, lo que tienes y lo que eres con otros.
Esta
mañana alguién me dió su tiempo, me regalo un consejo y una palabra
bonita, ella no sabe que ese fué su diezmo, ni que fué mi inspiración.
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